Las sensaciones van y vienen y son sólo mías, no nuestras. Cuántas veces diré “te quiero” con la mirada y con mi voz? Cuántas veces podré hacerlo? Cuántas veces nuestros ojos no podrán mirarse porque no estamos frente a frente? Cuántas veces no podremos soñar con nuestra complicidad forjada a base de confianza y de sinceridad? Cuántos momentos se perderán en mis sueños sin poderlos sacar de mi mente? Cuántos se han perdido ya? Cuántos podrían haber sucedido realmente sólo con un simple susurro?
He colgado el teléfono, no más llamadas perdidas, ya descubriré esos ojos en cualquier avenida.
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Y no eché en falta a nadie, porque incluso a mediodía compartí unos minutos contigo y te hice participe de mi estancia en ese hotel rural. La luz de la piscina inspiraba una noche de armónicos y sucesión de acordes que sonaban con la misma limpieza que mis sentimientos actuales. Me siento bien conmigo y contento por verme reflejado en mí. Esa tranquilidad ruidosa de las canciones que tocamos fue importante porque vi escenas de años anteriores y me di cuenta que estaba haciendo exactamente lo que siempre me ha gustado hacer: compartir melodías.
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